Dos amigos decidimos animarnos a la locura. Con casi nada, salvo una enorme ilusión y muchas ganas, resolvimos que era ahora o nunca el momento de concretar nuestro sueño: recorrer el continente americano en moto. Ahí vamos.

sábado, 1 de mayo de 2010

Últimos pasos en Bolivia

Después de haber conocido la hermosa ciudad de Sucre, de haber estado a metros de Evo Morales en Oruro, pusimos rumbo hacia lo que creíamos que iba a ser una de las escalas más emotivas del viaje: apuntamos a subir para luego volver hacia el este, con destino a Santa Cruz de la Sierra, apenas una escala en nuestro camino a La Higuera, allí donde mataron a el Ché. Ése era el plan. Pero ya se sabe que a nuestro derrotero no le faltan sorpresas; de las gratas y de las otras…
Así fue como primero recalamos en Cochabamba, ciudad industrial por excelencia. Cosmopolita e hiperactiva, con resabios de su pasado colonial mezclados con modernos edificios y parquizaciones, surgidos de la pluma de lo que, sostienen, es la mejor escuela de arquitectura del país.

En Cocha, como la llaman por aquí, teníamos un contacto que traíamos desde Tarija. Pero antes de que ni siquiera hiciéramos el llamado, cuando estábamos andando en busca de la plaza central de la ciudad, una camioneta nos siguió casi dos cuadras meta tocar bocina. Claro que, como en Bolivia los autos se la pasan tocando bocina, ni nos inmutamos hasta que nos dio alcance en la misma plaza. Era Pachi, uno de los que, a la postre sabríamos, nos esperaban ansiosos desde que se habían enterado que dos tarados venían viajando desde Argentina en unas Jawas modernas.
Como ya hemos comentado, en Bolivia hay una especie de devoción por esta marca legendaria de motos, y Pachi es uno de los integrantes de las Águilas Legendarias, el grupo de fanáticos de Jawa, que tiene integrantes en casi todo el país y afuera también. En pocos minutos estaban junto a nosotros un montón de jaweros, entre ellos el fundador del grupo, el amigo César, un verdadero personaje, carismático, generoso y hablador como pocos.
Eso era un lunes y nuestra idea era partir al día siguiente hacia Santa Cruz, pero cuando se trata de jaweros, las invitaciones no se pueden rechazar así porque sí, máxime cuando de lo que se trata es de participar como inviados de honor de un “miércoles de humo”, la clásica recorrida por la ciudad que reúne a decenas de Jawas de todas las edades, andando en formación casi de desfile, echando una humareda como para combatir el implacable dengue y haciendo vibrar las paredes con el rugir de sus motores de dos tiempos y sus escapes libres. Es el clímax de los jaweros y su vicio de cada miércoles.


Así fue que, con nuestra impericia conocida, nos pusieron en los lugares selectos de la comitiva y nos pasearon por la ciudad junto con otras treinta y pico de Jawas, para terminar en la plaza de las banderas junto a otro de los clubes de motoqueros, el Moto Mil, todos preguntándonos cosas sobre nuestras motos que, para su enorme decepción, contestábamos con un sincero y humilde “la verdad que no sé”.
A veces uno cree que las cosas suceden por fortuna o por desgracia y así festeja o maldice según la ocasión. Cuando a unos kilómetros de Tarija, embalados en uno de los interminables caminos de tierra y ripio, terminé en el suelo tras una fenomenal caída que me rompió el parabrisas, no imaginé que eso que me hizo putear por lo bajo durante varias jornadas, era en realidad la excusa que me permitiría luego conocer a Edgar y su hijo Diego, dos excelentes tipos, dueños de un taller en el que, con fibra, chapa o plástico, pueden hacer el milagro de convertir cualquier cascajo en una moto de las que aparecen en las competiciones por la tele; unos verdaderos magos que, apenas nos conocieron, se comprometieron a hacerme un parabrisas nuevo. Así que, junto a los repuestos que debían llegar de Buenos Aires, ya teníamos dos motivos más para volver a Cochabamba.

Al día siguiente salimos hacia Santa Cruz. En el camino nos detuvimos en un pueblito que se está promocionando como destino ecoturístico: Villa Tunari. A orillas de la unión de dos ríos, en medio de una frondosa vegetación y un clima cálido, decidimos quedarnos hasta que pasaran las elecciones, puesto que, por otra partem el día de los comicios estaba vedado todo tipo de circulación vehicular tanto en ruta como en ciudad.

Bolivia, como se sabe, está viviendo un proceso político que, en general, divide aguas. Habíamos partido con tantas advertencias sobre lo que encontraríamos en el camino, que nos sorprendión llegar a Santa Cruz sin poder encontrar ningún indicio de una sola de ellas. Nos habían dicho que en el Chapare, esa zona subtropical que atravesaríamos, nos cansaríamos de ver camionetas Hummer y de oler el muy particular aroma de la coca cuando la porcesan para hacer droga; que ése era el territorio narco por excelencia, en el que se producía la cocaína bajo la vista gorda cómplice del gobierno de Evo Morales; que revisáramos las motos meticulosamente antes de salir porque por la noche podían “plantarnos” algo que después nos “descubrieran” en los controles policiales que, según nos advirtieron, eran una pantalla para encubrir el verdadero narcotráfico… en fin.
Pues llegamos a Santa Cruz sin haber olido nada especial, sin haber visto ni una sola Hummer y, sobre todo -luego caímos en cuenta de esto- sin revisar ni una vez las motos a ver si nos habían dejado un “regalito”, lo cual no tuvo ninguna consecuencia porque, a decir verdad, en los dos controles los polis no sólo nos dejaron pasar sin mayores miramientos, sino que nos atendieron gentilmente.

Dolor de bolsillo, de alma y de estómago

Santa Cruz forma parte de lo que se conoce como la medialuna rica de Bolivia, una región que, junto a Tarija y Pando, están en la zona baja de la geografía boliviana y tiene enormes recursos energéticos y tierras fértiles. Es, también, uno de los bastiones de la oposición política a Evo Morales y epicentro de la iniciativa pseudo sececionista que, hace unos años, tuvo en vilo al gobierno, al punto que sólo se desactivó cuando los demás gobiernos sudamericanos se mostraron solidarios y, sobre todo, no dieron indicios de apoyar a los movilizados.
Santa Cruz es rica y eso se nota en su intensa actividad industrial y agropecuaria. También es un curioso ejemplo de panificacón urbanística. En la década del 60, el gobierno de la ciudad decidió contratar a la empresa Techint para que rediseñe la ciudad, un proyecto de magnitudes colosales, pero que hasta hoy sigue estructurando su geometría en anillos concéntricos.
A unos cien kilómetros de allí, en el mismo camino a Valle Grande y La Higuera nos esperaba Manfredo, un alemán que hace 25 años llegó a Bolivia buscando algún tipo de iluminación espiritual y que desde entonces no deja de renegar hacia esta realidad y de tener hijos con los que también reniega. Un personaje curioso, mezcla rara de hippie y de estructurado sajón, que se siente incomprendido por casi todos, aunque también un tipo dispuesto a compartir su casa en medio del monte, y lo poco o mucho que haya en ella. Allí pasamos dos noches y empezó a gestarse una sucesión de acontecimientos que nos fueron alejando cada vez más de La Higuera.

Amanecer doblado de dolor de estómago no es buen indicio para arrancar una jornada. Así estaba yo el día que debíamos iniciar nuestra peregrinación a La Higuera. Llegar en nuestras motos no podíamos pues el camino era intransitable, por lo que la opción era ir en bus desde Samaipata, un pueblo cercano a Valle Grande. Para nuestra sorpresa, la cosa con el Ché, por estos lados, ha dado un vuelco que haría revolverse al comandante en su tumba. Hemos llegado a ver cigarrillos marca Ché, sin contar las remeras y calcos, que ya son una obviedad. Pues, sin buses de línea, para llevarnos a La Higuera nos querían cobrar entre 25 y 100 dólares por cabeza, algo que no pagaríamos nunca, por principios y por elemental economía. Decidimos volver, pues, derrotados pero indignados.
Yo seguía doblado. Reflexioné: mejor hacer una parada en el hospital por mis propios medios y hacerlo con los pies para adelante. En Samaipata me inyectaron no sé cuántos mililitros de algo que se suponía un calmante, pero que entrando parecía aceite de motor. Un médico jovencito me ausultó, me recetó un par de cosas y me dijo que era una infección intestinal. Pero pueblo chico… El farmacéutico del lugar, Dr. Guido, me miró fijo y me aseguró: “Yo soy el jefe de ese muchacho. El tiene un año de experiencia y yo 37. Eso no te hace falta. Vos lo que tenés es estreñimiento. Tomá esto”. Un laxante.
Desconcertado, volví a la casa de Manfredo, quien, por si faltaba algo, me sugirió que hiciera orinoterapia, es decir, que me tomara mi propia orina, que eso me resolvería todo. Hay límites que prefiero no franquear, así que opté por mandarme al sobre hasta el día siguiente en que convinimos que mejor volvíamos a Santa Cruz e íbamos a un hospital ahí.

Llegar con 39 de fiebre a la guardia me dio vía libre para que me atendieran sin mayores problemas. Por suerte el hospital universitario de Santa Cruz está bien organizado y, aunque te cobran todo -y no justamente barato-, después de mandarme a hacer varios análisis, me metieron varias inyecciones más para bajar la fiebre y calmar el dolor. Toda una mañana allí. A la tarde los resultados confirmaron el diagnóstico del joven médico de Samaipata: tenía una infección intestinal galopante. De modo que a tomar un arsenal de pastillas y comer blanco y blando por una semana, cosa que, preventivamente, hice por casi tres.
Dolidos por el fracaso de La Higuera y dolido por la infección, nos quedamos un par de días más en Santa Cruz, para una nueva revisión médica en el hospital que supervisó mi mejoría, aunque se sorprendió de que no me hubieran internado.

Dos aguiluchos

Volver a Cocha era como volver a un refugio conocido. Allí estaban nuestros amigos jaweros y los de Moto Mil; allí también estaban Edgar y Diego con el flamante parabrisas que reprodujeron a la perfección. Y allí nos esperaba una de las sorpresas del viaje: en una de las reuniones formales de las Águilas Legendarias, su presidente actual, Neil, cedió la palabra a su líder natural, el amigo César, que en nombre del grupo nos nombró integrantes honoríficos del club, dos nuevas águilas y embajadores con la potestad de crear nuevos nidos por donde andemos.

Claro que todo reconocimiento es siempre bien recibido, pero se trata de algo inmerecido, uno insiste en tratar de explicar que uno en realidad llegó, ya no a la marca, sino a la moto misma más producto de la inconsciencia que de una decisión sesudamente evaluada. Pero no hubo caso. Los amigos insistieron en proclamarnos como Águilas Legendarias, aunque nosotros, íntimamente, en todo caso nos sintamos apenas unos aguiluchos langosteros por las rutas de Latinoamérica.
Y mientras sembrábamos en Pachi la semilla de la decisión de vender todo y largarse a nuestro encuentro en algún rincón del continente, empezamos a armar, una vez más, nuestros bártulos poniendo la rueda camino a La Paz. Con caravana de amigos de Moto Mil, salimos de Cocha prometiendo asados y buen vino para cuando vayan por La Pampa.

10 comentarios:

  1. Ramiro y Marcelo, soy Guillermo Sotelo, queria saludarlos a la distancia, entro cada tanto al blog para saber que su viaje va bien, mucha suerte

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  2. mierd*... les esta yendo super bien.. felicidadess... pasenme los mail porfa manden mas fotitosd para q las suba al facebook del club

    :)

    bye saludos


    miembro Aguilas Legendarias

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  3. yo sabía que algo había pasado........do salio bien, pero yo sentia miedo de que les hubiera pasado algo malo, por suerte ya todo está bien, pero avisen en esos casos. bueno, las n otas y las fotos estan buenisimas. los seguimos siguiendo... besos. los cairotas

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  4. terron ex13v soy facundo muni me mando el blog asi que vamos a seguir su viaje desde las terapias intensivas de capital. entre paciente y paciente le leo a mis compañeros como va el gran viaje de los motochileros

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  5. Muy bueno el blog, Estoy en Machala - Ecuador subiendo por la costa ya que el tiempo por Cuenca no esta para motos. Les mando un abrazo Raul www.motosolo.com.ar

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  6. Hola Ramiro, buenísimo que están subiendo por la costa, a mi me pareció la mejor opción y es un camino que generalmente no leí que se use mucho para ir para el norte. Me encanto Ecuador, sencillo, barato y me hace acodar mucho a Brasil. Bueno yo esto a dos horas de Montanitas espero verlos manana.
    Un fuerte abrazo, Raul

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  7. hola Rami! que hermoso ver esos rulos otra vez! gracias por el blog porque es como viajar con ustedes, un beso grande. Marisa

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  8. hola nene como va?aca todo tranqui como siempre...veo q lo estan pasando muy bien y estas conociendo lugares hermosos ,me alegra pero dejen de quejarse de sus bolsiyos flacos . .ja les deseo mucha suerte...marce:tengo quejas de mama sobre el chiquito gutierrez es el pesado del barrio...esta muy revelde ja ja saludos a ramiro.un abrazo grande y fuerte de tu hermanita pao.

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  9. hola mi tio preferido, te re extraño el tiempo esta pasanto muy lento y si ahora te extraño como sera durante un año.a ya le di esos besos tan especiales al chiquito gutierrez pero se los agarro todos para el y no me dio ninguno y se esta portando muy mal.cambiando de tema seguro que la estas pasando re bien conociendo lugares no lindos preciosos me re alegro que estes bien.(la denisse tambien te extraña)bueno llego la hora de despedirse te super quiero yo tu sobrina malen

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  10. Ustedes son gays?
    Hacen una bella pareja, y viajando se follaran a lo loco no?

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