Dos amigos decidimos animarnos a la locura. Con casi nada, salvo una enorme ilusión y muchas ganas, resolvimos que era ahora o nunca el momento de concretar nuestro sueño: recorrer el continente americano en moto. Ahí vamos.

domingo, 16 de mayo de 2010

Once horas en el Machu Picchu

Siempre pensé que de un lugar así a uno no le quedaría más remedio que escribir una buena nota. Pero lo cierto es que el Machu Picchu es para verlo y no para contarlo, porque al intentar hacerlo se corre irremediablemente el fatal riesgo de disminuirlo en su grandeza. No se puede describir con mediana exactitud lo que se ve y lo que se siente en ese maravilloso sitio.

Cartel algo inquietante en nuestro camino a Cusco.


Acueducto Inca camino a Ollantaytambo, nuestra escala antes de Aguas Calientes.

Cuando me decían que con tan sólo poner un pié en esas magníficas ruinas a uno lo invadía una rara sensación (y como toda sensación sólo se siente, no se describe) yo ponía mis reparos para creerlo; pero la realidad me reveló con la fuerza y la sorpresa de un cachetazo inesperado, que el lugar es verdaderamente mágico y que uno, por más troglodita e insensible que pueda ser, se siente sobrecogido y no puede parar de perder eternamente la mirada en el todo y saborear cada detalle de esa totalidad.
A las 6 de la mañana entramos a Machu Picchu. Éramos los dos primeros de esa jornada.

El azar no existe en Machu Picchu: cada piedra fue puesta en cada lugar por algo, cada luz y cada sombra tienen un porqué y una utilidad, cada recinto su función, cada sendero su destino. Qué se puede agregar sobre este perfecto complejo de piedras levantado en la cima de uno de los tantos y altísimos cerros de Cusco que ya no haya sido dicho. Pues nada; sólo resta contar a cada visitante, y en este caso a nosotros, la experiencia personal respecto de, por ejemplo, cómo llegó al lugar y los esfuerzos (económicos y físicos) que la aventura le demandó.
Vista desde el Huayna Picchu.

Pero hagamos un poco de historia (y disculpen amigos el constante cambio de la primera persona del singular a la primera del plural, pero no queda más remedio). Después de una larga estadía en Bolivia, de casi un mes y medio, previo paso por Paraguay, por fin a finales de abril cruzamos la frontera e ingresamos al misterioso -arqueológicamente hablando- Perú. Que este país esta preparado para los gringos no es una sorpresa que a uno le lleve demasiado tiempo descubrir: con sólo leer el primer y gran letrero que se exhibe en la mismísima aduana -“welcome to Perú”- a uno le queda bien en claro que si sus bolsillos no van rebosantes de verdes billetes la sobrevivencia se va a complicar un poco. Aquí la hermandad latinoamericana no cuenta mucho a la hora de cobrar el ingreso a los sitios arqueológicos, porque la tarifa es una sola y para todo el mundo: elevada y en dólares.

Tras dejar atrás Bolivia, el arribo a Cusco -una de las principales metas de este viaje de motochileros-, nos demandó dos agitadas jornadas a pura muñeca a bordo de nuestros ajetreados bólidos por paisajes impactantes, muchos de ellos entrelazados al hermoso e imponente Titikaka. Cansados pero contentos, llegamos a esta bellísima ciudad el 22 de abril, día histórico para estos dos viajeros, aunque menos importante que el día siguiente, ya supondrán por qué.

Nomás transitar los primeros metros por las calles de Cusco uno se da cuenta de que está en “el lugar”. El cielo cuzqueño es constantemente atravesado por aviones de línea que traen gringos a montones, los mismos que después deambulan en manada parloteando a los gritos por las calles cuzqueñas, retratando a gatillazo limpio las innumerables e impresionantes iglesias y plazas del lugar. Claro, eso de día, porque por la noche Cusco se vuelve una ciudad como muchas otras -para los gringos con plata- donde edificios históricos y de una belleza sin igual (con muros de piedra que la antigua ciudad colonial robó a la más antigua aún ciudad incaica) albergan pubs, discotecas y restoranes con “ambientaciones” diversas, entre otras yerbas.
Nuestro primer contacto con Cusco duró apenas un par de horas, tiempo en el que logramos conseguir las entradas al Machu Picchu (45 verdes per cápita) y los pasajes del tren que nos llevaría al día siguiente desde Piscacucho a Aguas Calientes (otros 62 estadounidenses por la ida y la vuelta). Sin descanso partimos raudamente y con escaso tiempo en nuestro haber para Ollantaytambo, un pueblito distante a unos 70 kilómetros, donde dejamos las motos en un hostal con la promesa a la dueña de, a la vuelta de la visita a las ruinas, pasar una noche allí, previo pago de los 10 soles por motochilero. (Un dólar equivale a 2,80 soles, es decir que a los argentinos el cambio no nos favorece mucho, teniendo en cuenta que un verde yanqui demanda 3,80 pesos).
La Gran Caverna y el Templo de la Luna, son dos sitios poco visitados a los que se llega después de un rato largo de caminatas bajando y subiendo por el Huayna Picchu.
Sigamos: una hora después del arribo a Ollantaytambo un bus nos trasladó a toda velocidad y con maniobras para el infarto hasta Piscacucho, lugar donde bajamos una pata del micro para subir la otra al tren que nos depositó finalmente y después de poco más de una hora en Aguas Calientes. Toda esta movida se debió a que las vías aún permanecen dañadas por las lluvias y derrumbes que se produjeron el año pasado y que, como nota trágica, dejaron como saldo lamentable la pérdida de una vida, casualmente de una compatriota cuya carpa quedó sepultada por un alud. Los daños materiales motivaron el cierre del complejo por varias semanas.

En concreto llegamos a destino tipo 10 de la noche con la intención de inmediatamente buscar un lugar donde armar la carpa y evitarnos otro desembolso de soles en hospedaje, pero después de caminar y preguntar por todos lados, no tuvimos más alternativa que volver a meter la mano al flaco bolsillo y pagar un hostal (12 soles cada uno). Poco tiempo fue el que pasamos en la cómoda cama, ya que como nos habían advertido que sólo los primeros 400 visitantes (de las más de 2 mil personas que diariamente visitan el lugar) tienen el privilegio de subir al Waina Picchu (que es el cerro más alto que se ve tras las ruinas en la tradicional foto del Machu Picchu) optamos por poner la alarma del reloj a las 2.30 y hacer frente a la oscuridad del desconocido camino. La alternativa hubiera sido dormir más, levantarnos a las 5 y tomar el colectivo que lleva contingentes a la base de las ruinas, pero esto hubiera implicado del desembolso de 14 dólares, dinero que no estábamos dispuestos a pagar. Y no hicimos.
Típica foto tilinga, pero inevitable. Estamos bajo la puerta de entrada a la antigua ciudadela.
A las 3 en punto salimos de Aguas Calientes cargando una mochila con mortadela, queso y pan, dos cantimploras con agua, un par de paquetes de galletitas y una lata de atún. Tan temprano comenzamos la travesía que llegamos al enrejado puente de acceso media hora antes del horario previsto para el ingreso de visitantes, por lo que encontramos al policía que custodia el lugar durmiendo a pata suelta envuelto en una frazada. Tal fue la sorpresa y el susto del tipo al vernos que de pura casualidad no se puso a cantar el Himno haciendo la venia mitad despierto mitad dormido. Repuesto del sacudón y al ver que se trataba de dos argentinos lauchas que preferían caminar el empinado y dificultoso camino iluminados con una linternita languideciente a pagar los dolaritos del micro, el hombre de verde se apiadó y nos permitió el anticipado paso, tiempo que ganamos en nuestro plan de entrar dentro de los 400.

El ascenso hasta la base del Machu Picchu fue terriblemente agotador. Comenzamos caminando 10 minutos por tres de descanso para terminar con 10 de descanso por dos de subida. El tiempo que nos llevó el chiste fue de una hora y media, esfuerzo que se vio gratamente coronado con los dos primeros lugares en la fila que poco a poco se fue formando con la llegada de otros turistas pijoteros como nosotros que subieron a pié y de los grupos que arribaron después de las 5 en los micros.
Sudados hasta el ocote, cansados como nunca pero con una sonrisa a flor de piel, recibimos los primeros tikets para escalar el Huayna Picchu, cosa que comenzamos a partir de las 7 y que terminamos a duras penas pasadas las 8, por un camino doblemente complicado respecto al que habíamos hecho en la madrugada, con pronunciadas escaleras de piedra, mini túneles y partes donde hubo que escalar rocas inmensas a pura uña nomás. Pero el esfuerzo valió la pena, porque desde ese altísimo lugar la vista panorámica es fantástica y porque también las gringas que llegan a ese pico comienzan a quitarse algunas prenditas agobiadas por el cansancio.

Como no queríamos dejar nada sin ver (y sacarle el mayor provecho posible a los 45 dólares que nos salió la joda), con un dolor de piernas indescriptible y con las reservas de agua a punto de extinguirse, decidimos, no obstante, bajar el Huayna Picchu por la parte posterior y visitar una enorme caverna, cosa que hicimos (y fuimos de los contados que se animaron), encontrándonos allí con la no tan grata sorpresa de que para volver al Machu Picchu había que emprender otra empinada subida de varios metros. Varios es una simple forma de decir, porque en realidad fueron demasiados escalones y escaleras para nuestro precario estado físico.
Hecho el agotador pero fructuoso tramo, a la una de la tarde decidimos tomarnos un respiro para ir al baño (que están fuera del predio y hay que pagar para dejar allí todo tipo de residuos corporales) y dar cuenta de nuestras provisiones, para luego sí, ya por la tarde, entrarle con toda las ganas al anhelado Machu Picchu. La comida fue bastante liviana y, como ya nos habíamos chupado el agua de las dos cantimploras, no nos quedó más remedio que encarar para la cantina del lugar, donde por un vaso de mineral líquido nos fajaron 4 dólares, es decir casi 16 mangos nuestros.

Con la panza medio llena y las piernas un poco más relajadas, aunque no tanto, comenzamos la recorrida por el Machu Picchu, que para nuestra desgracia estaba demasiado cargado de gringos, lo que dificultó un poco la tarea de sacar buenas fotos. No obstante, al paseo le dedicamos unas buenas 3 horas, completando en total 11 en el complejo inca. Modestamente, creemos que nuestro performance es todo un récord digno de destacar.
El lugar es tremendamente impresionante por lo que uno no deja de andar con los ojos como el dos de oro por los senderos de fina hierba (mantenida a raya por unas cuantas e indiferentes llamas), admirando la perfección en la unión de las piedras, los bloques tallados para el escurrimiento de las aguas, las ventanas, escaleras y los miradores desde los cuales la vista es indescriptible. No contar detalladamente lo que allí se ve no es un acto de mezquindad o holgazanería, sino una invitación o un ruego a que el que pueda no deje de visitarlo y compruebe que no exageramos o le macaneamos.

Siempre siguiendo el mismo plan ahorrativo, no faltó oportunidad en que distraídamente y como quien no quiere la cosa, nos pegamos a algún grupo de turistas para escuchar de chiripa las explicaciones del guía contratado. Terminado el recorrido y después de un reparador descanso sobre el verde césped de una de las famosas terrazas de siembra del complejo inca, a las 3 de la tarde comenzamos el lastimoso regreso a Aguas Calientes. Nuevamente preferimos tranquear por el largo y sinuoso descenso a pagar los 14 dólares de bus. Contrariamente a lo que habíamos supuesto, el camino hacia abajo nos demandó mucho esfuerzo y casi el mismo tiempo que nos llevó la subida, por lo que al pueblo llegamos a las 17.30, exhaustos pero siempre contentos.
En Aguas Calientes tuvimos que hacer huevo hasta las 21.30, horario de salida del tren. Ese largo tiempo de espera lo pasamos sentados en un banco de un parque hasta que un copioso chaparrón nos hizo cambiar de idea, y de lugar. Agotados por la espera y con las tripas chillando, decidimos hacer un esfuerzo descomunal para nuestros bolsillos y deglutir una pizza (bastante pijotera en los ingredientes) y empinar una cervecita para brindar por el sueño hecho realidad.

12 comentarios:

  1. ¿Qué ocasionó que el abandono de la ciudad por parte de los incas?.
    Esto me hace pensar en la insostenible Dubai, que no produce nada de lo que consume y consume todo en exceso. Tal vez dentro de algunos miles de años cuando los arqueólogos (humanos o no) revisen la abandonada ciudad de Dubai y su increíble arquitectura se hagan la misma pregunta.

    Saludos desde la ciudad de la furia
    Fabián

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  2. Bravo!Bravo!amigos, llegaron, sanitos y salvos.Que buenas fotos, que lindo relato.
    Con respecto a lo del cartel de la raya, para mi que era para uds.y los que llegan hasta alli de esa manera, lo de la raya, todos estamos preocupados x eso, es bueno que los adviertan, puede que se les haya borrado o pegado.Atentos.y a seguir pa elante!
    los quiere, la Ceci.

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  3. qué lugares!!!!!!!!!!!!!!!!1 qué fotos mas increibles!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! qué sana envidida!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! los queremos, fuerza y adelante aude hasta el cairo no paran. los seguimos. los cairotas

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  4. qué lugares!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1qué fotos!!!!!!!!!!!!!!! que sana envidia!!!!!!!!!!!!!adelante y fuerza que hassta el cairo no tienen que parar. los queremos y los seguimos
    los cairotas

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  5. Increible que ahora este llorando y lo peor aun que sea por la guita...Lo que estan haciendo es impagable así que difruten y ta, si falta guita les hacemos un giro (ya tendrán tiempo para pagarlo).

    un abrazo

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  6. bueno hermano marcelo y amigo ramiro gracias por colocarme en la foto no era tan rapido llegar a la fama jeje ,loco los quiero mucho cuidense y delen para adelante ,un abrazo gigante ,

    tato , lima peru

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  7. Estuve el año pasado en Nazca. El tiempo de vuelo oscilaba, entonces, en media hora a 45 minutos en remontar, avistaje y aterrizaje, pudimos observar alrededor de veinte figuras más o menos. como era después del mediodía lo hicimos, obviamente con el estómago vacío. Vale la pena oblar los dólares.

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  8. Gustavo de Neuquèn26 de mayo de 2010, 17:39

    Estimados colegas, mi sueño de mas de 20 años esta por cumplirse, en Septiembre de 2010 salgo para Machu Pichu a bordo de mi KLR 650 1999, realmente es como si viajara con ustedes, les deseo simplemente lo mejor y que en este sueño de amistad cumplan todo lo que se propongan!!
    Gustavo desde Neuquèn, Patagonia Argentina.

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  9. impresionante lo que estan viviendo y que bueno que lo puedan ir contando asi !!
    plap, plap !!

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  10. Wow!!!! E estado leyendo el blog en mis tiempos libres. Me encanta como escriben, muy bonito, con mucha personalidad cada uno. Me encanto ver a Peru por sus ojos. Algun dia, primeramente Dios estare por aya. Los admiro mucho. Me gusta la gente asi como ustedes, tomando en cuenta que apenas y si los conosco. Corazon aventurero! Como el mio! Fue un placer averlos conocido en su gran aventura.

    Anet Ortiz (Escarlet)
    Les mando un abrazo muy apretadito y calurozo!!!

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  11. Estimados: lamentaría decepcionarlos pero me hago un deber señalarles que, si del Machu Picchu se trata, nadie puede atribuírse haber inventado los huevos cocidos. Estuve en la ciudadela en Febrero de 1982. Acompañado de un compatriota vuestro subí desde Aguas Calientes hasta la entrada .... por el antiguo sendero incaico, en casi hora y media de extenuante ascenso. En aquel tiempo no había restricción alguna para subir al Huayna Picchu de modo que a media tarde lo hice, acompañado esta vez de tres compatriotas chilenos (Yenny, Oriana y René). Me llama la atención que, en casi todos los blogs sobre este viaje que he leído, siempre se aluda al tema de la comida y el agua. Yo comí charqui de llama y unas galletas insípidas y bebí solamente agua de las mismas fuentes del lugar. No tuve una sola molestia. Los felicito por el blog y las bellísimas fotos.

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  12. hola q tal? muy lindo los escritos.Bueno parece ser q me voy para estos lugares a fines de este año, quería aprovechar para preguntar sobre el camino alternativo para subir hasta el machu pichu; ya q desp de alud q hubo no se si sigue abierto o han cerrado esa vía de acceso, asiq si me pueden mandar esa info sería de grannnn ayuda. MUCHAS GRACIAS

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