Dos amigos decidimos animarnos a la locura. Con casi nada, salvo una enorme ilusión y muchas ganas, resolvimos que era ahora o nunca el momento de concretar nuestro sueño: recorrer el continente americano en moto. Ahí vamos.

viernes, 12 de marzo de 2010

Partiendo hacia Bolivia

Pero en Paraguay aún nos quedaba bastante por recorrer y aprender. También mucho afecto por recibir de un pueblo generoso aunque maltratado por la historia.

Cuando llevábamos unos 200 kilómetros de viaje por la ruta Transchaco -su nombre solo ya da calor-, decidimos parar para descansar a la sombra de un enorme árbol al costado de la ruta. Apenas un rato y ya apareció gente dispuesta a conversar. Estábamos en la entrada de la escuela Paí Pukú, una de las tantas escuelas creadas por diferentes congregaciones de la iglesia en aquellos lugares donde el Estado no llegaba. Paí, en guaraní, es el diminutivo de "padre"; "padrecito", así llaman cariñosamente a los curas que se animan a llegar a estas tierras de sol inclemente. Pukú significa alto o largo. Es que en realidad el nombre de la escuela se remite a un cura belga, Pedro Shaw, que a principios del siglo XX llegó a esta zona y fundó, entre varias cosas, esta escuela y, mucho más tarde, una radio donde pasamos la noche.


La escuela Paí Pukú es un internado donde viven y estudian más de 500 chicos que hacen desde la primaria hasta el secundario, aprenden oficios y se reciben como técnicos en tareas agropecuarias.

La que está bajo el casco es Rocío, una nena preciosa, hija de Carlos, uno de los maestros de la escuela, que fue quien nos contó toda la historia de ese establecimiento.



Para ser caraduras, hay que serlo seriamente, con profesionalismo. Llevábamos 390 kilómetros de viaje por la Transchaco que parece derretirse bajo el sol chaqueño. Sabíamos que allí estaba Radio Paí Pukú, donde podíamos recurrir a unos amigos de don Ausberto (mi padre), lo que no nos imaginábamos es una infraestructura semejante en medio de la inmensidad del Chaco paraguayo. Envidiable. Pero lo más importante es el grupo humano, un equipo de personas espectacular (Tomás, Víctor Hugo, entre varios) que se desvivieron por atendernos. Hasta nos hicieron una nota esa noche, pues, además, nos dieron una pieza donde dormir y bañarnos.


Ramón, el hasta entonces director nos invitó a cenar con su familia. Nos contaban que la radio, también perteneciente a la iglesia católica, tiene un alcance de casi 500 kilómetros a la redonda y cumple una función social importante para toda la zona. Lejos de ser una radio que permanentemente habla de religión, desde allí de retransmiten los mensajes de parientes de una punta a la otra del Chaco, se habla y se discute de política y de la dura realidad de los habitantes de la región. Claro, habría que aclarar que, históricamente, la iglesia paraguaya ha tenido un perfil bien diferenciado de su par en Argentina. De hecho, durante la distadura de Alfredo Stroessner, fue uno de los bastiones desde donde se denunciaban las atrocidades de ese régimen. No es casual, de hecho, que el actual presidente, con un discurso progresista, haya sido un obispo de esta institución. ¿Alquien se imagina en Argentina que un cura que hable de reforma agraria, por ejemplo -que los hay y muy compormetidos-, llegue a ser obispo?


Cuando dijimos que habíamos decidido ir a Bolivia por la Transchaco, nos miraron como si estuviéramos locos, lo cual no pensamos desmentir. Sin embargo, queríamos sentir de cerca aquéllo que solamente habíamos podido conocer a través de la lectura, en particular de la genial novela "Hijo de hombre" de Augusto Roa Bastos: la Guerra del Chaco, en la que bolivianos y paraguayos se enfrentaron enbtre 1932 y 1935. Para eso fuimos al fortín Boquerón, donde se desarrolló una de las batallas importantes, pues allí estaba uno de los mandos del ejército boliviano y, muy cerquita de allí, también, el del paraguayo, al mando de quien se considera el gran estratega, el Mariscal Estigarribia.

Sólo aquél que conozca lo que es el Chaco paraguayo-boliviano podrá darse una idea cabal del sufrimiento que padecieron los hombres que, de uno y otro bando, se enfrentaron en esta guerra fratricida. Kilómetros y kilómetros de una geografía que hiere y, en tiempos de sequía, puede secar hasta el alma: un sol calcinante a toda hora, una vegetación tupida de arbustos y hierbas que forman un monte compacto donde más del 90 % de las plantas tienen espinas... La escasez de agua fue un arma más letal que las balas. Camiones como éste, que transportaban agua para los frentes de batalla, eran sistemáticamente atacados hasta por los soldados del mismo ejército, desesperados de sed y sin siquiera una gota de orina para dar de tomar, como llegó a ser frecuente durante la guerra. Tan así que los mandos establecieron la pena de muerte para quienes asaltaran un camión cisterna de estos.

Cuando empezó la batalla de Boquerón, el mando boliviano se trasladó a este refugio. Muy cerca de allí aún se puede ver cómo se aprovechaban hasta los palos borrachos para construir refugios desde donde tirar sin que el enemigo lo vea. El borracho es el de la izquierda, claro.

Sin caminos, transportar por las picadas abiertas a machete cañones como éste o las armas de más abajo, debe haber sido una odisea de un sacrificio inimaginable. Increíblemente, algunas de las ametralladoras que nos mostró el cuidador del museo, aún están en condiciones de disparar.


Se calcula que unas 5 mil personas murieron en la batalla de Boquerón. Depende de la fuente, si es boliviana o paraguaya, los muertos suman para uno u otro bando. Poco importa, en realidad, pues la tragedia humana que significó esa guerra nunca podrá describirse mediante un parte contable de pérdidas de soldados. Su magnitud, en todo caso, tal vez pueda ilustrarse mejor en la infinidad de relatos que hablan de que, cuando llegó a los frentes de batalla la noticia del cese el fuego, los soldados de una trinchera y de la otra salieron incrédulos a abrazarse con los otros.

Tantos fueron los muertos y tan desparramados quedaron, que al finalizar el combate se hicieron dos cementerios -uno paraguayo y otro boliviano- pero con cruces simbólicas. Los cuerpos, los que se hallaron, quedaron en fosas comunes que ya nadie recuerda dónde.
Una escultura en honor del soldado paraguayo caído, corona el predio-museo Fortín Boquerón


Mucha, muuuuucha tierra tragada después, llegamos a Neuland -que se pronuncia algo así como noiland-, una de las varias colonias menonitas que se instalaron en el Chaco paraguayo. La visión que se tiene de ellos varía desde quienes los elogian por su laboriosidad y el desarrollo que trajeron a la región, hasta que, entrados en confianza, dicen que son unos cerrados que sólo piensan con signo pesos y que explotan a los paraguayos, especialmente a los indígenas de la zona. Es difícil sacar una conclusión en las pocas horas que estuvimos por allí, pero sí llama la atención el contraste entre estos menonitas y los que conocíamos en La Pampa. Aquí son más abiertos en cuanto a las costumbres, no escatiman en tecnología... Eso sí, entre ellos hablan rigurosamente en alemán, aunque la realidad los ha llevado a aprender español para interactuar, aunque medio atravesadamente, con los locales.

La Patria fue nuestra última parada antes de cruzar a Bolivia. Lo que se suponía que era un pueblo es, en realidad, un caserío olvidado en un rincón del Chaco, al que se llega luego de zigzaguear durante kilómetros esquivando baches, en una ruta que, paradójicamente, fue recientemente pavimentada. Muestra esplendorosa de un fenomenal afano, más que asfalto pareciera que hubieran pasado una mano de pintura negra sobre el suelo apisonado. Si hasta suelen irse pedazos enteros pegados en las ruedas de los camiones.

Y así... nos despedimos de Paraguay para entrar a Bolivia, donde el camino, aunque no lo crean, resultó peor.





























2 comentarios:

  1. che marce decime la direcion del dueño del camioncito que tengo ganas de comprarlo para erreglarlo un pokito y meterlo a las petroleras jeje bueno me alegro que anden bien un abrazo

    tato

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  2. Queridos hijos, Rami y Marce:
    Creemos que están recorriendo historias y escribiéndolas al mismo tiempo. nos llena de emoción saberlos en este afán, desde acá, a orillas del Nilo, que acuna lo más mágico de la historia humana. ¡¡¡¡FUERZA Y ADELANTE!!!!
    Amor y Saludos,
    Mamá y Papá

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