Dos amigos decidimos animarnos a la locura. Con casi nada, salvo una enorme ilusión y muchas ganas, resolvimos que era ahora o nunca el momento de concretar nuestro sueño: recorrer el continente americano en moto. Ahí vamos.

viernes, 12 de marzo de 2010

Llegar a Villa Montes y la locura de ir a Tarija

Y llegamos a Bolivia, queridos amigos. Después de tres días de esquivar pozos en la calurosa e interminable ruta Transchaco y de tragar abundante polvo en los caminos internos por los que accedimos a lugares donde la trágica historia dejó grabada su triste marca negra, mueca indeleble que aún perdura en la mente de no pocos bolivianos y paraguyos, cruzamos la frontera para internarnos en un país que nos mostraría una belleza particular y una calidad humana digna de destacar.

Si el camino de Asunción a la frontera fue complicado, ni que hablar de lo que serían las primeras decenas de kilómetros en suelo boliviano. En esta parte del país el gobierno de Evo esta construyendo el nuevo pavimento, motivo por el cual el tránsito fue desviado por un camino sencundario que ¡¡¡Dios mío!!! que martirio para nuestras humanidades y para nuestras motos.
No sólo debimos hacer equilibrio por huellitas hundidas por el interminable paso de los camiones -donde nuestras cajas laterales fueron rozando la dura tierra-, sino que en varios tramos zigsagueamos peligrosamente en prolongados arenales, en otros a pura muñeca sorteamos metros y metros de pedregales como bochas y no pocas veces fuimos a parar con nuestros huesos al arcilloso barrial de uno que otro charco. Es decir, hubo en esta parte terreno para todos los gustos. Pero a pesar de nuestra conocida impericia e inconciente amateurismo, salimos airosos de cada uno de estos obstáculos, lo que no deja de enorgullecernos.

El camino, dicho está, fue pésimo, pero a pesar de eso encontramos motivos para reirnos un rato, cosa que, vale aclarar, no hemos dejado de hacer desde el mismito día en que partimos. Cuando lo único que veíamos por adelane era un fino hilo polvoriento surcido entre impenetrables matorrales, nuestra vista inevitablemente se fijó en un singular espectáculo, surgido del ingenio popular, como fue un palo borracho con increible similitud de unas sugerentes ancas regordetas. Allí nos detuvimos un buen tiempo para contemplar detenidamente este gracioso arbolito y porque no dejar volar nuestra imaginación y mentalmente pornerle nombre propio a esa cola borracha embutida en una tanguita roja, que, a esa altura, era lo más cercano a una mujer que habíamos estado.
Además de transitar por difíciles y cambiantes terrenos, tuvimos otras complicaciones en el tramo que va de la frontera a Villa Monte -primera ciudad del Chaco Boliviano-, pero, es justo reconocerlo, esas complicaciones se debieron a que nos quisimos hacer los piolas y circular por la ruta en construcción para evitar la deastroza huella. Fue así que encontramos un paso clandestino y entusiasmados nos mandamos al recientemente construido pavimento, y como cañita hicimos varios kilómetros para encontrarnos de pronto con una desagradable sorpresa: un montículo considerable de tierra imposible de trasponer con nuestras motos, motivo por el cual, puteando bajito, debimos desandar lo andado y volver a la maldita huella de tierra.
Después de varias horas y de trasponer varios controles policiales y de Migraciones, llegamos por fin a Villa Monte, una ciuda de unos 50 mil habitantes que por estos días está revestida integramente por carteles de propaganda política debido a que próximamente se llevarán a cabo las elecciones. Hay candidatos para hacer dulce y por lo que vimos no escatiman en gasos a la hora de hacer proselitismo. La ciudad el muy bonita, teniendo en cuenta los paisajes que veniamos viendo durante los últimos días. Tiene un mercado central enorme donde se puede encontrar de todo y una cantidad enorme, pero enorme, de taxis. diríamos que tiene más taxis que gente. Otra particularidad es que el 90% de las movilidades, como le dicen acá a los vehículos, son del tipo rural o break. Nadie nos supo explicar por qué. También como en Paraguay, los autos son, en su mayoría de origen japonés. Las plazas y espacios públicos de Villa Monte están ornamentados con figuras de animales y peces, aunque también pudimos observar un gran pava que sirve un gran mate, mucho más bonito y estilizado que el bodoque que tenemos los santarroseños en la llamada Rotonda del Mate.

En Villa Montes pasamos una noche,y lo hicimos en un hotelucho que ¡¡¡mama mía!!!. Pero bueno, estábamos cansados y nos merecíamos una duchita y un colchón. De allí partimos, a contramano de lo que nos aconsejaron algunos lugareños, hacia Tarija por el camino denominado “El angosto”. En principio sospechamos del porqué del nombre, y a poco de andar confirmamos nuestras sospechas. Se trata de una huella de una sola mano que bordea, en uno de sus lados, elevadas laderas (cortadas como con cuchillo) y, del otro, terroríficos precipicios de, en algunos casos, más de doscientos metros de profundidad. A pesar de lo riesgoso de la huella, el paisaje que pudimos observar en esa parte es sinceramente imposible de describir. Caracoleando entre los cerros cargados de vegetación de un verde imponente se llega a una altura que mete miedo y desde allí se abre un panorama de valles, cañadas y más montañas lejanas con picos perdidos entre las nubes que a uno le pone la piel de gallina. A todo esto se suma el rumor lejano pero constante del río que, serpenteando entre enormes piedras y desde las profundidades de los cerros, recorre la mayor parte del trayecto hasta el caserío de Beretí. Justamente Beretí fue el lugar que elegimos para el fin de la cansadora pero gratificante primera etapa en el camino a Tarija. El lugar, compuesto por una veintena de casas de barro con tejas naranjas -techo, en algunos casos, facilitados por el gobierno-, está tallado en medio de una gran cañada por donde pasa un arroyito que cuando no corre deja un barrito que es una delicia para los numerosos chanchos que hociquean por el lugar.

El lugar que escogimos para detenernos a descansar fue una posta tipo cantina para camioneros que atiende la gentil Elvira, quien además de darnos de comer nos permitió acampar en su ilimitado patio y utilizar el baño. El caserío carece de luz eléctrica por lo que los habitantes se acuestan tipo ocho de la tarde, ni bien el sol se perdió detrás de los pronunciados cerros.


Elvira pasa sus tranquilos días junto a Carla y Antonio, sus nietos, hijos de una abogada que reside en Tarija y que por cuestiones laborales no puede atender, según nos comentó. Antonito está cursando el segundo año de la primaria, y al parecer tiene serias dificultades para reconocer las letras, de allí que la abuela a grito pelado y a cañazo limpio lo tenga todo el santo día repitiendo frente a un pizarrón “ma me mi mo mu”. El muchacho tiene una voluntad a prueba de balas, pero no hay modo de que le entren las letras, por eso y para eludir la poca pedagogía de Elvira, acudió directamente a Ramiro para que, con mejores modos, le facilite el conocimiento.
Mientras Ramiro ejercía como maestro rural, yo me pasaba las horas mateando y leyendo, sin dejar de mirar de reojo a los desvergonzados cerdos que se acercaban con vaya uno a saber qué intenciones a la carpa y a nuestras escasas reservas de pate y criollitas.

El camino hasta Beretí, desde Villa Montes, nos insumió seis largas horas. El último tramo, desde el caserío -donde pernoctamos dos noches-, hasta Tarija nos demandó de igual tiempo. El paisaje fue bastante similar, por no decir igual, con la huella bordeando los cerros, bajando y subiendo, y encontrandonos en varias cerradas curvas con enormes letras de la palabra VOLVO talladas en los terroríficos frentes de camiones que van a una velocidad que impresiona y que son conducidos con una pericia digna de admiración (y de insulto también, porque no respetan nada, che).
Curiosidades del camino: en medio de algo así como los últimos rincones de Bolivia, donde el todo es lo más parecido a la nada misma, a cada rato nos topamos con carteles como éste en el que se puede ver hasta qué punto, hasta dónde había llegado este organismo del gobierno de Estados Unidos (USAID), permanentemente denunciado por Evo Morales por sus actividades en la política local.

Y después de varias jorandas de muñeca acalambrada (de acelerar eh!!), llegamos por fin a uno de los objetivos trazados en el improvisado mapa de este viaje: Tarija, o como sus acogedores habitantes la llaman no sin cierto deseo de realidad: República Independiente de Tarija. Los "tarijeños" se consideran más argentinos que bolivianos, y así lo demuestran en cada conversación. Incluso se puede ver por sus calles innumerables jóvenes con las camisetas de Boca (mayormente) y de River, equipos a los que siguen con inusitado interés. Por si esto fuera poco, la vez que el equipo de Maradona recibió cinco golcitos de los muchachos de camiseta "verde coca" en las eliminatorias, los tarijeños anduvieron con la cara larga por esa inesperada derrota, al menos eso nos contaron en el taller donde nuestras castigadas máquinas recibieron una merecida atención médica.

Tarija es una ciudad que tiene un movimiento comercial endemoniado. Los locales comerciales inundan cuadras y cuadras y, por si esto fuera poco, las veredas estan atestadas de vendedores que de tanto esperar al peregrino cliente dormitan sin reparo sentados en minúsculas sillitas o directamente sobre sus rodillas.
Con sus 250 mil habitantes, Tarija es una ciudad de edificaciones vistosas, con sus infaltables catedrales (algunas de ellas adornadas con luces de colores que afean su tradicional estilo), museos y plazas con frondosa vegetación, donde las palomas hacen romerías con el maíz que le arroja la gente que se guarece del impiadoso sol.

En estos lugares abiertos hacen su negocio los carritos (bicicletas con ingeniosos sistemas de pelado de frutas y de molienda de hielo) que ofrecen al peatón un granizado de Tamarino o un recién exprimido jugo de naranja a solo unos pocos bolivianos (moneda nacional que equivale a 1.70 pesos de los nuestros). Los más interesados en estos refrescantes son los pibes, que antes de entrar a las aulas se amontonan alrededor del carro provocando la desesperación del vendedor por satisfacer a todos y engrosar (si así se puede decir) su caja diaria.
Tarija es, con todo respeto, un gran comercio. Como ya dijimos, es impresionante la cantidad de locales que hay, por lo que seriamente nos preguntamos cómo hacen para subsistir decenas de almacenes que venden exactamente lo mismo. La ciudad, por lo que observamos, está sectorizada en cuanto a la venta de productos, así se puede caminar durante cuadras y cuadras por veredas atestadas de neumáticos, de artículos de ferretería, de ropa, de calzado, de chucherías, de venta de especias y un larguísimo etcétera, incluida la parte donde lo que abundan son las casas velatorias (por ahí pasamos rapidito).

Desgraciadamente, o no tanto, llegamos a Bolivia en un momento en donde los partidos políticos están en plena campaña proselitista para las elecciones del 4 de abril. Decimos desgraciadamente porque es infernal el despliegue que hacen los políticos (innumerables) por captar el favor del electorado. La mayoría de los vehículos (o "movilidades" como le dicen) llevan en lugares imposibles banderitas con los colores que indentifica a algún candidato y muchos edificios vistosos por su contrucción y que merecerían una foto para el recuerdo, tienen en sus frentes carteles inmensos con la cara sonriente de algún postulante a alcalde o gobernador. Pero eso no es todo, porque a la cartelería abundante se suman los coches con inmensos parlantes sobre sus techos que vociferan las propuestas (esto en muy raros casos) o le dan matraca a alguna modificada canción de moda (que ya de por sí las originales son pésimas). Pero bueno, que viva la democracia carajo.

En Tarija nos encontramos con personas espectaculares. Entre ellas la barra del Taller de Motos Centro, del amigo "Chapa", quien no sólo nos lustró las motos y las dejó regulando parejo, sino que, con motivo de su cumpleaños, nos invitó a un exquisito asado, o "parrillada" como le dicen por estos pagos. Lo raro no fue que nos invitaran a comer sin apenas conocernos, lo cual hicimos con gusto y dejamos bien representadas a las grandes carrerillas argentinas, sino que el asadito se sirvió a las 5 de la tarde y fue regado, exclusivamente, con fernet con coca.En este taller, cuyas paredes están revestidas con los infaltables póster de mujeres ligeritas de ropa y al que le da una sombra magnífica un inmenso árbol de papayas, se juntan cada tarde unos risueños personajes amantes de las motos (o simplemente cultores de la amistad) con quienes compartimos largas charlas y quienes nos pintaron un cuadro de lo que es la singular idiosincracia del tarijeño. Entre estos simpáticos muchachos está "Aló", el de los eternos anteojos sobre la gorra visera, quien dedicó una de sus mañanas para llevarnos a recorrer una bodega (Vinos Kohlberg) que esta ubicada entre los cerros que rodean la ciudad, y donde también fuimos muy bien recibidos por sus dueños, quien nos dieron detalles de todo el proceso productivo y se interesaron mucho por nuestra locura, incluso con uno de ellos posiblemente nos encontremos en el Machu Pichu (esperemos que lleve unas cuantas botellas para brindar por lo que estemos viendo en ese momento). (El del enorme cuchillo en la mano soy yo, con esa misma "arma" di cátedra de lo que es un pampeano a la hora de churrasquear).




Pero estos no fueron los únicos amigos que cosechamos en este ajetreada ciudad. Cuando apenas llevábamos unos minutos transitando sus angostitas calles, paró bruscamente junto a nosotros un Suzuki tipo jeep y se bajó raudamente un joven que, gratamente sorprendido, no daba crédito a lo que veía: ¡¡¡¡Jawas nuevas!!!!. Hablamos del cumpa Fernando Rosas, un
ingeniero agrónomo de la ciudad, que junto a otros tarijeños hacen culto de la marca y tienen lustrosas sus Jawas modelos que datan de las décadas del '60, '70 y '80 y que, algunos de ellos, sólo en ocasiones especiales sacan a relucir con un par de giros por la plaza, para luego, previo una rigurosa pasada de franela, guardar cariñosamente en "su" lugar de la casa .

Con estos amigos nos reunimos la misma noche en que fuimos presentados y para afianzar la relación descorchamos un par de vinos (Kohlberg, curiosamente) que, entre brindis y brindis, desfloramos en una minúscula placita tarijeña, teniendo como único testigo de la tertulia la fresca noche tarijeña.
Como ese encuentro tuvo gusto a poco para la cantidad de cosas sobre las que podíamos divagar, el amigo Fernando nos invitó a degustar una carnita que asó en su propia parrilla, y que compartimos junto a parte de su amable familia (incluido su hijo Gustavo, un fanático de la serie Cars).
Más tarde, ya instalados en algo parecido a un camping, decidimos que los casi 2 mil metros de altura en los que estábamos no eran suficientes para dos jóvenes aventureros como nosotros, así que oteando el horizonte, nos tentó un cerro cercano y empezamos a subirlo.

A pesar de la tremenda pinta de legionarios que llevábamos gracias a unos sombreros espectaculares que compramos en el mercado de La Loma, en Tarija, en honor a la verdad, a mitad del ascenso creímos conveniente para bien de nuestras modestas humanidades, emprender el descenso lo más dignamente posible.
Y con esta pequeña derrota, nos empezamos a despedir de la amigable Tarija, para otra vez más rodar (a veces en el sentido más literal de la expresión) por los caminos de ripio, con rumbo a Tupiza, camino al salar de Uyuni.
Pero eso será materia de la próxima entrada.







12 comentarios:

  1. Que hermoso todo lo que estan vivendo y gracias por compartirlo con nosotros...Rami, en la foto eseñando te pareces al che..hasta barbudo estas...ya tengo ganas que vuelvas y me cuentes todo personalmente...Saludos y suerte. Romina

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  2. hola Ramiro:que bueno volverlos a ver y saber que están bien!!!!!
    Pasando a otro tema,propio de idishe mame :y el chaleco ?no lo veo en ninguna foto?oy,oy oy...
    Un abrazo fuerte,fuerte
    sonia

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  3. que lindo para tu vejez!! disfruten.. pero sigan mandando fotos y anécdotas!! suerte!!

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  4. Por fin novedades!!! me habia quedado estancado!! jeje... Fuerza hermanos!!!!

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  5. ehh q tengan buen viaje changos un gusto haberlos conocido .. pongan mas fotos d villamontes y d tarija :) un abrazo

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  6. Hola locos aventureros,me alegro que la sigan pasando tan maravillosamente, las fotos sensacionales,es hermoso vivir este viaje a travez de ustedes queridos amigos.Rami estas super sexi en las fotos, cuidate del sol, ha y de las chicas tambien jaja, no te olvides que tu admiradora te espera. Besos a vos y a tu compañero de viaje.Besosss.
    Admiradora Secreta

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  7. los estaba estrañando, entrar todos los dias para ver si hay algo nuevo y nada. Y ahora todo esto. La verdad que veo los lugares que estan recorriendo y me da envidia sana. Sobre todo me gustaria compartir unos mates y charlar un rato. Espero poder hacerlo cuando vuelvan. Loco suerte y espero con mucha ansiedad nuevo material.

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  8. Hola Ramiro,
    Que viaje! Leí todo lo que publicaron, viejo; y está buenísimo. Que sigan bien.
    Desde Austria,
    Fabián.

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  9. Chicos, no los conozco leí sobre ustedes en el diario la arena y me enganche leyendo su blog, este año me voy en bici a la patagonia con mis jóvenes 17 años, espero algun dia poder hacer ese viaje que tanto los entusiama en alguna moto, un abrazo y muchisimas suertes, espero noticias de ustedes y mas relatos.

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  10. www.villamontes.com.bo
    gracias queridos amigos por estar en esta mi tierra bolivia...

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  11. Una narracion muy buena y me quede pegado a las letras. De lujo y suerte

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    1. Muchas gracias, amigo. Nos alegramos que lo hayas disfrutado. Un abrazo

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